07 Abr 2025 ¿La diplomacia secreta viola las normas del Derecho Internacional?
A lo largo de la historia, la diplomacia secreta ha sido una constante en las relaciones internacionales, generando debate sobre su compatibilidad con el Derecho Internacional. En particular, se cuestiona su impacto en la transparencia, la legalidad de los tratados y la soberanía estatal. Este ensayo examinará si la diplomacia secreta constituye una violación del Derecho Internacional, analizando sus implicaciones jurídicas y prácticas.
La diplomacia secreta se puede definir como la negociación y celebración de acuerdos entre Estados sin conocimiento público, ni transparencia. Históricamente, fue el medio predominante en las relaciones internacionales, hasta que la Primera Guerra Mundial expuso sus riesgos, como la desconfianza entre los Estados y la falta de control democrático. El Tratado de Versalles de 1919 y la creación de la Sociedad de Naciones impulsaron la transparencia diplomática, reflejada en el artículo 18 del Pacto de la Sociedad de Naciones, que exigía el registro y publicación de todos los tratados. Este principio fue reforzado por la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, consolidando la importancia de la publicidad de los acuerdos internacionales.
El artículo 102 de la Carta de las Naciones Unidas establece que todo tratado internacional debe ser registrado y publicado por la ONU para tener validez. Esto refuerza la prohibición de los tratados secretos en el Derecho Internacional contemporáneo. Sin embargo, la diplomacia secreta no se limita a la firma de tratados, sino que también abarca negociaciones y acuerdos no formalizados. La diplomacia secreta pudiera vulnerar el principio de soberanía y autodeterminación de los pueblos si se llevan a cabo negociaciones sin el consentimiento del Estado o de su población. Por ejemplo, acuerdos secretos sobre fronteras o alianzas militares pueden afectar la soberanía de un país sin consulta pública ni respaldo legislativo.
Uno de los casos más paradigmáticos de diplomacia secreta en el siglo XX fue el Acuerdo Sykes-Picot de 1916, un pacto secreto entre el Reino Unido y Francia que dividió el Medio Oriente tras la caída del Imperio Otomano. Este acuerdo tuvo profundas implicaciones en el Derecho Internacional Público y sentó las bases de conflictos geopolíticos en la región que aún persisten en la actualidad. La diplomacia secreta se llevó a cabo sin consultar a los líderes árabes que habían estado luchando contra los otomanos con la promesa británica de independencia. Esta falta de transparencia y la contradicción entre las promesas británicas y el contenido del acuerdo generaron un profundo sentimiento de traición entre los árabes, algo que marcó la relación de estas comunidades con las potencias occidentales durante décadas.
El Acuerdo Sykes-Picot, en el que se establecía el reparto de áreas de influencia entre Francia y Gran Bretaña en los territorios del Imperio Otomano, sentó las bases de una organización política y territorial que aún afecta la estabilidad de la región. Las fronteras arbitrarias establecidas por el acuerdo generaron conflictos étnicos y religiosos que persisten hasta la actualidad. Además, la diplomacia secreta empleada en su negociación evidenció la falta de representatividad y consulta a los pueblos afectados, lo que contradecía los principios emergentes del Derecho Internacional sobre autodeterminación y soberanía.
Por último, en la era digital, la diplomacia secreta ha evolucionado debido a los avances tecnológicos, el ciber-espionaje y la creciente influencia de las redes sociales en la política internacional. Si bien la confidencialidad sigue siendo un pilar fundamental de las relaciones diplomáticas, la digitalización ha transformado la manera en que los Estados llevan a cabo negociaciones discretas y manejan información sensible. El uso de plataformas cifradas, como Signal o Telegram, ha facilitado la comunicación entre diplomáticos sin dejar registros oficiales, mientras que las capacidades avanzadas de ciber-espionaje permiten a los Estados interceptar información confidencial de sus rivales. No obstante, la digitalización también ha incrementado la vulnerabilidad de la diplomacia secreta ante filtraciones masivas, como las revelaciones de WikiLeaks o los documentos expuestos por Edward Snowden, lo que ha intensificado el debate sobre la transparencia y la seguridad de la información. Además, la manipulación de la opinión pública a través de redes sociales y la difusión de información estratégica han convertido la diplomacia secreta en una herramienta de guerra informativa. Ejemplos recientes, como las negociaciones confidenciales entre Estados Unidos e Irán sobre el acuerdo nuclear o las conversaciones encubiertas entre grandes potencias en materia de ciberseguridad, demuestran que la diplomacia secreta sigue desempeñando un papel crucial en las relaciones internacionales, aunque con nuevos desafíos derivados del entorno digital.
Lucía Caballero Barbero
Estudiante del doble grado en ADE y Relaciones Internacionales
Universidad Villanueva