20 Oct 2025 Nuestra directora del grado en Relaciones Internacionales estudia la situación de los refugiados ucranianos
Mientras el mundo continúa su curso, con proyectos y sueños que avanzan al ritmo del tiempo, Ucrania permanece detenida en una guerra que parece no tener fin, así describe Léna Georgeault la situación en Ucrania. Según la directora, el conflicto, que en sus inicios ocupó portadas y titulares en todo el mundo, se ha transformado poco a poco en una tragedia silenciada. Ella sostiene que la población ucraniana sigue atrapada en la espera, afrontando la incertidumbre de cuándo comenzará realmente la reconstrucción.
Georgeault advierte que la guerra ha debilitado la presencia cultural de Ucrania en Europa, agravada por la desinformación proveniente de Rusia. Ante este panorama, la investigadora se plantea preguntas que, dice, no pueden eludirse: “¿Cómo viven los ucranianos su día a día bajo la devastación? ¿De qué manera se sostienen las comunidades exiliadas en un contexto internacional cada vez más marcado por discursos nacionalistas?”
Voces que resisten el silencio
Con el propósito de buscar respuestas, Léna Georgeault viajó a Polonia invitada por la Ukrainian Catholic University (UCU). Allí participó en una semana de formación sobre internacionalización universitaria en tiempos de guerra. De esa experiencia nació Voces ucranianas, una serie de artículos publicados en The Conversation donde combina testimonios personales con análisis geopolítico, con el objetivo de rescatar historias que rara vez encuentran espacio en los medios.
Para Georgeault, la UCU representa mucho más que una institución académica, ella resalta la idea de que, en medio del conflicto, Ucrania se ha convertido en un símbolo de resiliencia, proyectando valores de paz y cooperación. Su apuesta por los vínculos internacionales responde a una convicción ética: tender puentes, formar líderes y preparar el camino para la reconstrucción de Ucrania.
Historias de esperanza
Durante su estancia, la investigadora tuvo la oportunidad de conversar con refugiados y con quienes los apoyan desde asociaciones locales. “En parques, cafeterías y centros culturales escuché historias atravesadas por la pérdida, la xenofobia y el desarraigo, pero también relatos llenos de solidaridad, humor y esperanza”, relata.
“Hablan desde la herida, pero también desde la convicción de que Ucrania tiene futuro. Basta una grabadora y la voluntad de escuchar para dar testimonio de un pueblo que, incluso en medio del silencio internacional, sigue soñando con la paz”, concluye Léna Georgeault.