El periodista Leontxo García convierte el ajedrez en una herramienta para aprender

El periodista y divulgador español Leontxo García, referente internacional en la información sobre ajedrez, relató en el Foro Nueva Revista el momento exacto en el que decidió que escribir sobre este deporte-ciencia sería su camino profesional. Todo comenzó en San Sebastián, cuando redactó una crónica para la revista Jaque sobre un campeonato que él mismo había disputado. Aquella experiencia le reveló que disfrutaba más narrando el ajedrez que jugándolo. Poco después le ofrecieron cubrir un torneo en Londres y no dudó en tomar un vuelo directo desde Bilbao. Ese salto lo llevó de escribir para aficionados en la sección de deportes a colaborar con revistas influyentes y torneos de referencia internacional.

Ajedrez para todos los públicos

García explicó su gran desafío profesional: lograr que un lector aficionado al deporte se detuviera también en la sección de ajedrez. Su estrategia consistió en conectar este juego con ámbitos universales. Su célebre crónica “En ajedrez sí hay distensión Este-Oeste” fue un ejemplo de cómo vincular el tablero con la política internacional, la historia, la psiquiatría, otros deportes o incluso la inteligencia artificial. Según señaló, estas conexiones amplían el atractivo del ajedrez y lo acercan a un público generalista.

El tablero como aula

Uno de los campos donde más ha profundizado es la educación. Leontxo García sostiene que los principios “aprender jugando y jugar aprendiendo” encajan de forma natural con el ajedrez. Tanto es así que, además de su labor periodística, ofrece formación a docentes sobre cómo introducirlo en el aula de manera sana y pedagógica.

Explicó que el ajedrez desarrolla en los niños memoria, concentración, pensamiento lógico, toma de decisiones y gestión emocional ante la derrota y la victoria. A partir de los seis años resulta adecuado enseñar a jugar de forma clásica, dado que a esa edad se consolida la inteligencia abstracta. Sin embargo, entre los tres y los seis puede utilizarse el “ajedrez educativo”: actividades con tableros gigantes, música y movimiento que permiten trabajar seriación, clasificación, psicomotricidad, geometría y respeto de normas sin necesidad de jugar partidas reales.

Un valor añadido para los colegios

García defendió que la forma más eficaz de integrar el ajedrez en los centros no es convertirlo en una asignatura obligatoria, sino incorporarlo de manera transversal, especialmente junto a la educación emocional. También destacó su potencial en la enseñanza del inglés: menos gramática y más conversación alrededor del juego, sin restar horas académicas.

Lecciones de vida desde el tablero

Con 53 años vinculado al ajedrez, once como jugador y más de cuarenta como periodista, García reconoce que el mayor aprendizaje que le ha proporcionado este juego es el autoconocimiento. Asegura que le ayudó a regular su temperamento, a gestionar emociones y a comprender que “el ajedrez iguala a todos: da igual la edad, la condición social o el origen; todos somos iguales ante el tablero”. Para él, esta disciplina mental es plenamente transferible a la vida cotidiana.

¿Nacer inteligente o hacerse inteligente?

El divulgador cuestionó la idea de que el ajedrez sea solo para personas especialmente dotadas. Recordó que, aunque exista un pequeño grupo de profesionales dedicados a alcanzar la élite, cualquier persona puede jugar y beneficiarse de sus ventajas cognitivas y educativas. Comparó esta accesibilidad con correr por la calle: si eso está al alcance de la mayoría, el ajedrez lo está aún más, pues no requiere ninguna condición física especial.

García concluyó que el ajedrez es, sobre todo, una herramienta extraordinaria para pensar mejor, aprender mejor y vivir mejor.

Universidad Villanueva
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